CHURCHILL
Pinceladas de Imanol Intziarte (@imanolintziarte)
Van un inglés, un soviético y un estadounidense… Parece el arranque de un chiste basado en tópicos, pero hablamos de Churchill, un juego de 2015 diseñado por Mark Herman, publicado por GMT y cuya versión en castellano –el juego tiene cartas con texto– ha visto la luz hace unos meses de la mano de Devir.
A lo largo de diez turnos, que representan las conferencias que los aliados celebraron a lo largo de la II Guerra Mundial, emularemos a los líderes de Gran Bretaña (Churchill), Estados Unidos (Roosevelt y Truman) y la URSS (Stalin), tomando decisiones con el único objetivo de derrotar a las fuerzas del Eje.
Bueno, ejem, ejem, lo de «único objetivo» lo pondremos en cuarentena, porque la gracia es que combatiremos como hermanos pero sin hacer el primo. Es decir, colaboraremos pero no tanto, porque intentaremos que al final de la partida nuestro país mire hacia el futuro como líder del mundo libre. Sea eso lo que sea.
Cada conferencia se divide en dos fases, que a su vez se desarrollan en cada una de las partes del tablero. Primero pondremos sobre la mesa los temas a debatir. ¿Investigamos la bomba atómica? ¿Usamos nuestro acero para construir barcos? ¿Me prestas tus hombres para atacar en el Frente del Este? ¿Pongo unos espías en las colonias?
Un ingenioso sistema de tira y afloja a tres bandas que es el corazón de juego, en el que negociaremos con nuestros aliados antes de darles una traicionera puñalada, diremos «nyet» cuando algo no le guste al paranoico Stalin, sufriremos por el hígado de Churchill o jugaremos el papel de árbitro con los americanos mientras esperamos a que Roosevelt pase a mejor vida.
Lo acordado en la mesa luego hay que llevarlo al terreno, que el papel lo aguanta todo. Así, la otra parte del tablero representa los dos escenarios principales de la guerra, Europa y el Pacífico. Ahí es donde trataremos de hacer avanzar nuestros frentes para ser los primeros en entrar a Berlín y en provocar la rendición del Emperador. Cuanto más esfuerzo bélico dediquemos a un objetivo, más difícil será que los caprichos del dado nos nieguen acercarnos a nuestra meta.
También podremos ir añadiendo en cada país dos tipos de influencia, los famosos POL y MIL, que nos otorgarán sabrosos puntos al final de la partida.
Porque Churchill es un juego que se gana con puntos, pero no siempre gana el que tiene más puntos. El sistema penaliza a quien pase el rodillo sobre sus aliados, así que tendremos que hilar muy fino y a veces nos interesará hacer concesiones. Que por algo somos aliados.
Mi recomendación es no ir actualizando la puntuación en cada jugada, porque corta demasiado el ritmo. Una idea que creo que funciona es actualizar el marcador cada vez que haya que bajarar, es decir, cada dos rondas. Hay gente que aboga por no contar más que al final, pero considero que se pierde parte de la riqueza estratégica.
Dos apuntes para terminar. El primero, qué oportunidad perdida para haber bautizado el juego como Stalin e incendiarlo todo. Y el segundo, si os gusta este sistema y sois cuatro jugadores podéis probar Pericles, del mismo autor y también editado por GMT. A disfrutar.
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